
“Salimos dormidos al partido y el rival supo aprovecharlo”
“No hemos jugado con intensidad, nos ha faltado fuerza”
“Hemos perdido la concentración y al final es otra derrota”
Todas estas son frases que estamos acostumbrados a escuchar en boca de jugadores de élite. Situaciones que suponen derrotas en citas importantes o fallos que complican un partido que, en teoría, estaba controlado.
Muchos entrenadores se preguntan por qué sus jugadores no acatan sus instrucciones en mitad de un encuentro por mucho que griten o las repitan. La respuesta de gran parte de ellos es la misma, falta de concentración, y no están equivocados. Esta hace referencia a la capacidad de mantener la atención en los estímulos relevantes de la situación durante un periodo de tiempo más o menos duradero.
Los jugadores están expuestos a múltiples estímulos a lo largo de un partido: las indicaciones del entrenador, los gritos de sus compañeros, las decisiones de los árbitros, o sus propios pensamientos, y todos ellos pueden suponer una distracción de la tarea a llevar a cabo. Por ello, es clave que sepan diferenciar qué estímulos son relevantes en cada momento del partido, ya que no prestar atención a la instrucción del entrenador o de uno de sus compañeros en una jugada, puede suponer un gol en contra o una situación de desventaja en el juego.
Otro término muy utilizado por los profesionales del deporte es el de “intensidad en el juego”. Pero, ¿Qué supone realmente la falta de intensidad en un partido? Desde la Psicología del Rendimiento podemos referir esta falta de intensidad a que el nivel de activación de los jugadores no es el adecuado para obtener su máximo rendimiento.
El grado óptimo de activación es el que debe alcanzar el deportista para dar su máximo rendimiento. Este difiere dependiendo del tipo de deportista, ya que algunos jugadores se encuentran más cómodos con un nivel bajo de activación y otros necesitan una carga de energía mayor para rendir al 100%. Todo ello puede trabajarse a lo largo de la semana en los entrenamientos, para llegar a los partidos mejor preparados y listos para competir.
Por ello, es de suma importancia conocer a cada uno de los integrantes del equipo, saber qué condiciones son las adecuadas para que rindan al máximo y adaptarse a sus necesidades. La concentración y el nivel óptimo de activación han demostrado ser determinantes en el rendimiento de los deportistas. Por ello, podemos afirmar que el entrenamiento mental dentro de un equipo marca la diferencia.